Se trata de una dramaturgia irónica y brutal, al mismo tiempo que profundamente sensitiva y humana. Una reflexión que, aunque muy inglesa -en el sentido de un participar de un proyecto de autobservación cruda de la sociedad que hace años se viene dando en esa isla (por cierto, no solo el título de la obra rememora el nombre de la canción de Blur, sino que el personaje menciona un acontecimiento que sucede a las 4:48, que para mí no puede, sino, ser una referencia a Sarah Kane)-, pero que se universaliza radicalmente a través de la traducción y porque, sobre todo, el tema resulta horizontal para toda la cultura de occidente.