Chile se encuentra en un período de redefinición de su democracia, con transformaciones estructurales en curso y una oposición que está empeñada en una vorágine contra el gobierno. Si somos optimistas, quizás este nuevo ciclo culmine con la consolidación de un proyecto socialdemócrata-ecológico-liberal, a partir de un Estado social y democrático de derecho, donde la lucha política se centre en cuánto más Estado o cuánto más mercado, así como una participación social acotada versus una democracia participativa. Si, por el contrario, prima el pesimismo, el corto plazo se ve sombrío. La crisis de representación que nos afecta requiere de una renovación drástica del conjunto del sistema político, cuya concreción no se observa en el horizonte cercano.