Si bien en general la educación inclusiva ha demostrado tener efectos positivos en el aprendizaje, sigue habiendo debates en la literatura sobre su impacto negativo en ciertas áreas del desarrollo e incluso la percepción de los estudiantes sin necesidades especiales de sus compañeros. Todo esto, sin considerar que, más allá de los principios pedagógicos del aula, la educación en Chile tiene una carencia estructural: la enorme segregación socioeconómica de los colegios que, en la práctica, implica una exclusión tanto o más dramática que la de estudiantes con discapacidades.