Las bases de la educación en nuestras Fuerzas Armadas están congeladas desde los años 80, como si el mundo no hubiera cambiado, incluso en la gestión de su personal. En la práctica, el liderazgo lo van sustentando en modelos autocráticos, fundados totalmente en la jerarquía –con una visión acotada de la realidad–, primando el individualismo y desmotivando la colaboración e innovación; exactamente lo contrario a los atributos requeridos en el mundo de hoy. (…) Se agrava aún más esta situación, cuando el régimen interno o vida diaria en estas escuelas es un obstáculo para el crecimiento personal de sus alumnos. Aún basado en el castigo –incluso físico– más que la motivación para la formación, terminan por banalizar conductas que conllevan hacer irrelevantes actos que incluso caerían en la ilegalidad. Lamentablemente, se asumen tales conductas como parte necesaria de un proceso y, lo que es peor, también siendo justificados como base de una “formación” y que, erróneamente, se consideran como triviales y hasta intrascendentes, como también necesarios.