Cuando Cecilia se enteró de que estaba embarazada, no lo podía creer. Sola, sin un techo que la protegiera y con el 60% de su cuerpo quemado, no era el mejor escenario para concebir a su tercer hijo. Así que siguió en la calle, consumiendo y sin controlarse. Pero el frío, el hambre y los síntomas propios del primer trimestre de gestación, la animaron a pedir ayuda.