Si se juntan los resultados de las cuatro elecciones significativas que en menos de dos años tuvieron relación –directa o indirecta– con una nueva Constitución, queda clara la voluntad de cambio, además del modo racional y pacífico a que aspira la ciudadanía. Aunque es un hecho que la Convención Constitucional no cumplió las expectativas, es esperable que los aspectos macroconstitucionales positivos esbozados en el fallido texto propuesto puedan ser aprovechados en una nueva Carta Magna, como la paridad de género, descentralización y derechos sociales garantizados, entre otros. La nueva Carta Fundamental ya es parte de un programa país y no de un programa de gobierno, por lo que hoy lo fundamental es que el Gobierno se aplique a gobernar –en el más amplio sentido de esta palabra–, generando, pues, gobernabilidad; lo que, obviamente, incluye la aplicación de la fuerza legítima del Estado, de conformidad con la ley.