La industria minera es por sí misma una actividad de múltiples escalas e impactos locales y regionales, desde su instalación hasta su operación y cierre, ya sea por el flujo de materias primas y energéticas, o los recursos humanos necesarios a movilizar en zonas extremas. Con el anuncio de la Estrategia Nacional, se vienen años de intensos cambios en el uso de suelo de nuestro desierto y, si tiene éxito el proyecto –y ojalá que así sea–, veremos cambios radicales en las geografías de los salares, localidades aledañas y las grandes ciudades del norte.