¿Hay algo más desquiciado que la historia de Lissette Villa? ¿Hay algo más insano que su cuerpo siendo explotado hasta después de muerta? ¿Es cuerdo que esa vida se conociera a través de programas periodísticos de investigación? ¿Es razonable que la niña valiera más muerta que viva? ¿Es lógico que su tragedia despertara interés nacional, provocara lágrimas y encendidos y piadosos discursos de quienes detentan el poder? Qué enervante tanta falta de amor. Porque el amor será un recurso renovable, pero está en manos de privados y hasta en eso existe desigualdad.