Amarillos y Demócratas –ese original nombre que replica en Chile a Demócratas & Republicanos– son no solo un invento de la elite, sino que corresponden también a una estrategia muy bien diseñada e implementada por un sector acostumbrado a posicionar una agenda conservadora que termina por convertirse en una realidad, gracias a cierta prensa. La pregunta es si, en esta bipolaridad tan extraña que ha vivido el país en la última década –donde la ciudadanía parece pensar y hacer todo lo contrario a hace solo unos años–, los chilenos y chilenas nuevamente confían en los partidos, en la clase política y la elite. Yo podría apostar que no, aunque la elite, los “sabios de la tribu”, se hayan autoconvencido de lo contrario.