El discurso de Allende es todavía hoy una clase magistral sobre las «enormes injusticias cometidas… bajo el disfraz de la cooperación y ayuda», un brillante análisis de los estragos creados por la explotación del mundo en desarrollo. Llama a la solidaridad con Chile en su intento de resolver “los grandes déficit de vivienda, trabajo, alimentación y salud», pero va más allá, al subrayar cómo todas las soluciones a una serie de peligros globales (guerras, racismo, armas nucleares, «las inconmensurables carencias de todo orden de más de dos tercios de la humanidad»), dependen de la cooperación de la comunidad de naciones.