El proceso constitucional como herramienta de castigo

Para que no naufrague el barco en el que nos encontramos, es necesario articular de manera política y legítimamente –esto es, con el beneplácito del poder original, su majestad el pueblo– una nueva Constitución. La dificultad no está, por tanto, en los aspectos técnicos para su realización, si la escriben 100 o 1 millón de personas o si son expertos o, por el contrario, los ciudadanos menos preparados de los que dispongamos, sino que más bien entender que la Constitución se transformó en una herramienta de castigo y el brazo popular está tenso y deseoso de pegar un garrotazo más. 

Para que no naufrague el barco en el que nos encontramos, es necesario articular de manera política y legítimamente –esto es, con el beneplácito del poder original, su majestad el pueblo– una nueva Constitución. La dificultad no está, por tanto, en los aspectos técnicos para su realización, si la escriben 100 o 1 millón de personas o si son expertos o, por el contrario, los ciudadanos menos preparados de los que dispongamos, sino que más bien entender que la Constitución se transformó en una herramienta de castigo y el brazo popular está tenso y deseoso de pegar un garrotazo más. 

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