Han pasado tres años del estallido y solo se dejan ver los costos con los que se lo vincula –violencia, delincuencia, desorden público e inflación–, mientras que sus beneficios se ven lejanos o derechamente imposibles. Así, o el oficialismo junto con Chile Vamos muestran la capacidad política de llegar a un acuerdo para la nueva Constitución con principios y problemas a resolver (como la fragmentación de partidos) o dejan el camino libre a nuevos liderazgos que proponen soluciones simples para problemas complejos. El asunto recae en ellos.