No se ha acordado todavía ni el mecanismo ni el itinerario. Si se incorpora algún procedimiento para que un órgano externo (el Congreso, la Corte Suprema, una comisión de expertos) “controle” que esas bases institucionales se respeten; si el órgano constituyente no es 100% electo, paritario y con escaños reservados para los pueblos originarios; si participan expertos de una manera resolutiva y no meramente consultiva; si no hay espacios reales de participación ciudadana; si, en fin, se eleva el quórum de aprobación o se imponen procedimientos adicionales al mero plebiscito de salida (¡se ha propuesto que deba aprobarlo el congreso actual por cuatro séptimos!); si ocurre algo de todo esto (advierto que no es pura imaginación: todo esto está en debate hoy), si se limita de esta manera incremental la soberanía constituyente, el proceso quedará absolutamente cuestionado. Queda un trecho por recorrer. Confío en que el pragmatismo que se ha exhibido hasta ahora no llegue a esos extremos. Es mejor un no acuerdo, que un acuerdo como ese. Es bueno el cilantro, pero…