Los procesos de automatización son complejos y no se producen por la mera aparición de nuevas tecnologías, pero eso no quiere decir que deben dejar de ser atendidos por los reguladores. Lo razonable desde el punto de vista de políticas públicas, es adoptar medidas para que el bienestar generado por la automatización sea disfrutado por todas las personas – p. ej., reduciendo la jornada laboral-; producir las condiciones para que evitar estragos en el mercado mientras nuevas profesiones aparecen (p. ej., con políticas nacionales de capacitación) y; que la inteligencia artificial sea integrada de manera armónica a nuestros procesos productivos (p. ej., atendiendo la ausencia de regulación).