La derecha ha querido convertir a las fuerzas policiales en una especie de identidad, como sujetos de especial protección, mediante los cuales el aparato represivo estatal se protege a sí mismo de sus normas, proponiendo instituciones que apuntan a una mayor reproducción de la violencia, como la legítima defensa privilegiada o el proyecto de reforma constitucional que establece un Estado de Excepción Constitucional “de riesgo”. Creemos que una de las hebras que nos toca repensar, en este difícil contexto, es el provecho que el discurso securitario obtiene de las campañas contra la violencia de género. La consolidación del sujeto carabinero-víctima se nutre de los procesos de identificación que mujeres y disidencias nos hemos dado en tanto víctimas de la violencia machista. La analogía que se traza con la utilización de la consigna “ni uno menos” y el escudo de Carabineros, así como la interpelación a las feministas ante la muerte de una carabinera, nos han abierto preguntas difíciles y muy dolorosas sobre el rol del poder punitivo del Estado.