Para un país como Chile –y específicamente para su Presidente y su canciller– es clave entender esos tránsitos y hacen bien en asumir esa ruta. Ello debiera inspirar la forma de hablar con uno o con otro país y con sus líderes según sea el devenir de su identidad. Ver esa diversidad desde todos los intereses de Chile y su gente, sin prejuicios ni alineamientos sofocantes. Construir con cada cual el diálogo pertinente. Desde esa perspectiva, la afirmación del canciller Van Klaveren se torna esclarecedora y determinante para una buena política de Estado en la relación de Chile con el mundo contemporáneo.