Hay un verdadero cansancio democrático en Francia, relacionado con la verticalidad del poder, con una posición “jupiteriana” del Ejecutivo que no se encuentra en otras grandes democracias. Más allá de la persona de Macron, existe un defecto de origen en la Constitución, hecha por y para el general De Gaulle en el contexto de una casi guerra civil vinculada a la descolonización de Argelia. Desde entonces, ha rigidizado la vida democrática del país. Aquí está probablemente el Ejecutivo más poderoso y centralizado de las grandes democracias. Sin embargo, en una irónica inversión dialéctica pero habitual, es el poder más débil a la hora de aprobar grandes reformas. Cuando Macron reciba por fin al rey Carlos III, quedará inmediatamente claro cuál de los dos es el monarca.