Las épocas de transición como la nuestra, en que debemos asimilar el significado del entorno digital en nuestras vidas, inevitablemente producen ansiedad y preocupación. Sé que es fácil opinar y que en el día-a-día en el aula el uso del celular implica una infinidad de consideraciones más específicas y complejas (esto lo estudié a fondo en mi doctorado). Pero prohibirlo es la peor solución de todas, como la avestruz que, para evitar el peligro, hunde la cabeza en la arena. Desde la aparición de las máquinas, vivimos en tiempos de ansiedad. Para convivir bien con esas máquinas, tenemos que aprender a dominarlas, para que nos sirvan a nosotros y no al revés (como los escritores de ciencia ficción llevan advirtiéndonos hace décadas).