La prensa nos trae a diario estériles peleas parlamentarias respecto al número de constituyentes, o la participación de expertos, basadas principalmente en cálculos misteriosos acerca de qué formula permitirá una mayor proporción de convencionales de sus propios partidos. Precisamente lo que tiene hastiada a la ciudadanía. Lo que se está dejando de lado es el fondo del tema: por qué y para qué necesitamos una nueva Constitución. Me atrevo a aventurar proposiciones en torno a algunos asuntos de los más conflictivos o prioritarios, que ciertamente no agotan el tema.