Estos empresarios parecen pensar que tienen una especie de derecho divino para que el Gobierno se someta a sus intereses, los que deben ser «atendidos», en vez de defender los del conjunto de la sociedad. En fin, nada nuevo bajo el sol, incluso frente a una clara concesión del Gobierno. Como siempre, la actitud del gran empresariado es no conceder nada de nada, como si el país en que se desenvuelve y sus problemas no existieran.