Un final de camino triste y sin brillo para los albos, si logran su objetivo. Todo esto pasa porque el futbol chileno hace mucho tiempo perdió el control de su actividad. La dirigencia nunca ha logrado controlar y disuadir los focos de violencia de un pequeño grupo, no tiene potestad sobre las programaciones, porque la figura del delegado presidencial o incluso los alcaldes de las ciudades pueden vetar o suspender algún partido. Y este año han sido varios.