Los “Miserables” del siglo XXI y el Nacionalpopulismo

El gran escritor Víctor Hugo, quien también fue hombre político, con dos mandatos de diputado de derecha y uno de Senador para la izquierda, escribió la obra universal “Los Miserables”, a finales del siglo XIX, que detrás de lo dramático de su trama, es en realidad una oda a la idea de República. Para su autor, no existen determinismos biológicos ni sociales, y el héroe del libro, Jean Valjean, ex recluso encarcelado casi 20 años por haber robado para comer, encarna la idea misma de la redención en una sociedad ya moderna. El escritor-político escribirá, un día, que “cuando el pueblo será inteligente, solo en ese momento, el pueblo será soberano”. Quizás sin ese resquisito, para muchos utópico, todos esos discursos populistas son una mera ilusión. Una arma de seducción apuntado hacia la masa. Y también el síntoma del desgaste de un sistema político. La necesidad de proponer otra alternativa de cambio. Víctor Hugo, en otra de sus obras, “El Hombre que ríe”, le hará decir a Gwynplaine, el héroe melancólico y mortificado, lo siguiente: “el pueblo es un silencio, y yo seré el inmenso defensor de ese silencio. Seré la voz de esos mudos”. En una democracia, siempre se encuentra un portavoz. Y no es porque lo indicado disguste, que se debe matar el mensaje junto con el mensajero. 

El gran escritor Víctor Hugo, quien también fue hombre político, con dos mandatos de diputado de derecha y uno de Senador para la izquierda, escribió la obra universal “Los Miserables”, a finales del siglo XIX, que detrás de lo dramático de su trama, es en realidad una oda a la idea de República. Para su autor, no existen determinismos biológicos ni sociales, y el héroe del libro, Jean Valjean, ex recluso encarcelado casi 20 años por haber robado para comer, encarna la idea misma de la redención en una sociedad ya moderna. El escritor-político escribirá, un día, que “cuando el pueblo será inteligente, solo en ese momento, el pueblo será soberano”. Quizás sin ese resquisito, para muchos utópico, todos esos discursos populistas son una mera ilusión. Una arma de seducción apuntado hacia la masa. Y también el síntoma del desgaste de un sistema político. La necesidad de proponer otra alternativa de cambio. Víctor Hugo, en otra de sus obras, “El Hombre que ríe”, le hará decir a Gwynplaine, el héroe melancólico y mortificado, lo siguiente: “el pueblo es un silencio, y yo seré el inmenso defensor de ese silencio. Seré la voz de esos mudos”. En una democracia, siempre se encuentra un portavoz. Y no es porque lo indicado disguste, que se debe matar el mensaje junto con el mensajero. 

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