Un real y profundo cambio cultural es de larga data; sería ingenuo pensar que aquellas conductas negativas se modificarán de un día a otro, sin embargo, señales iniciales que anuncien políticas en dicho sentido podrían crear conciencia en la ciudadanía de la necesidad y urgencia del cambio, si se aspira a una sociedad integrada en torno a objetivos comunes. De lo que se trata, como simple y modesto punto de partida, es de la implementación de programas, planes o campañas formativas respecto a conceptos neurálgicos y complementarios susceptibles de generar consensos, como son los de “bien común y buen vivir”, como un puente capaz de unir dos visiones trascendentales contenidas en la Constitución vigente y en la derrotada propuesta constitucional.