Tal como la libertad de precios y la ética del mérito tuvieron un efecto en la mentalidad de los chilenos, tendrán igual efecto, pero esta vez el efecto inverso, la reforma tributaria, y las otras reformas concretas al sistema previsional y al de la salud pública, planteadas por el ministro Mario Marcel. Frente al espíritu libertario, y anárquico en ciertos casos, a que dio lugar la libertad de precios, y que más tarde impregnaría a la Constitución de 1980, las reformas propuestas por Marcel estimularán el surgimiento de una elevada ética redistributiva. Se fomentará así el espíritu solidario que fija la prioridad del bien común por sobre el bien individual, y renacerá el republicanismo que animaba, en buena parte, a la Constitución del 25, aborrecida por Guzmán y principal responsable de su destrucción. Me parece conveniente, así, no apurar el proceso constituyente y esperar que la solidaridad y la eticidad republicana que generen esas reformas económicas y sociales fecunden una nueva institucionalidad y se encarnen en el espíritu del pueblo chileno. En suma, el país podrá reconstituirse, no a partir de la letra utópica de una nueva Constitución, sino más bien a partir de una institucionalidad reformada, con asiento en una nueva realidad democrática.